Paladar 90 - El más grande es Messi
En Uruguay, los broches para colgar la ropa son palillos, los pibes son gurises y las facturas son bizcochos. Cuando algo nos copa mucho decimos que nos gusta pila. Messi acá gusta pila.
A lo que en Buenos Aires le decimos calabaza o zapallo anco o coreano, acá en Montevideo lo llaman calabacín. No es habitual escuchar en Uruguay que uno está listo, sino pronto. Pileta es la de la cocina o el lavadero; las de nadar se llaman piscinas. A las zapatillas lo común es decirles championes. Y la batata no existe: es boniato, la que allá es la simple batata, o boniato zanahoria, la que allá es boniato. El colectivo por estos pagos es ómnibus. Los pibes son gurises y los chicos, chiquilines. El secundario es el liceo (o colegio, simplemente colegio, pero sólo si es privado). Los aritos, caravanas. Los moños son moñas. Un buen quilombo es un gran relajo. Lo grasa es más bien terraja. Los broches para colgar la ropa son palillos. ¿Te animás a…? es ¿podés…? La salchicha es un pancho y un pancho es el pancho al pan. Las únicas facturas que hay en Uruguay no se comen, son las de la luz, el agua y demás. Lo que se compra en panaderías y se merienda o desayuna son bizcochos. La pava para calentar el agua se llama caldera. La yerba con palo no existe, y para los argentinos la que se vende acá sería un polvillo. Desde que vivimos en Montevideo no tenemos fiaca, sino pereza. No nos preparamos; nos aprontamos. Y cuando algo nos gusta mucho, nos gusta pila.
Pero hay algo que me llama verdaderamente la atención: acá, en la otra orilla, Messi es Messi.
Recién acabo de mudarme a Montevideo, es 2023, es enero y Argentina no lleva un mes como Campeón del Mundo. Camino por la rambla casi todos los días y es aquí, en la rambla, donde las veo: de Argentina, del Barcelona, del PSG. Las camisetas de Messi viajan en bicicleta, corren detrás de una pelota, toman mate o se escabullen de las manos de sus padres. Brillan.
Pienso que son turistas, cómo no. Es 2023, es enero y Argentina no lleva un mes como campeón del mundo. Son argentinos, seguro, están de viaje. Disfrutan del título, sacan pecho por la vuelta olímpica en Qatar. ¿Tantos argentinos veranean en Montevideo?
Margarita empieza las clases. No le lleva mucho hacer amigos nuevos y a las pocas semanas, en un parque al que vamos, se cruza con uno de sus compañeros. El pibe tiene la 10 de Argentina, la 10 de Messi. El padre toma mate como tomaría mate cualquiera en cualquier orilla del río, y le pregunto si es argentino, pero no: él es uruguayo, el hijo es uruguayo y fanático de Messi.
Cuando Margarita festeja el cumpleaños, otro amigo aparece con la camiseta de Messi. En la rambla siguen paseándose camisetas de Messi, ahora también la última, la nueva, la del Inter de Miami en sus versiones negra y rosa. ¿Tantos argentinos viven en Montevideo? Tiendo a pensar que no, que no se trata de eso.
Hace un tiempo –y hace un tiempo también lo conté–, Margarita me preguntó si conocía a Messi. Y le dije que sí, que claro, que todo el mundo conoce a Messi. Pero ella quería saber si lo conocía de verdad, en persona. Y también le dije que sí. Le conté que hace más de quince años, cuando trabajaba como periodista en el diario Olé, viajé a una gira de la selección argentina por Basilea y Barcelona y allí, en un hotel de Basilea, hasta pude entrevistarlo. Ella no sólo me miró como se mira cuando no se puede creer en algo, sino que días después, cuando fui a buscarla a la escuela, llamó a un compañero para contárselo, orgullosa de su padre. El amigo abrió los ojos así de grandes, así –así, como los estás abriendo vos– y dijo NOOOOO. El amigo de la escuela uruguaya, uruguayo, se quedó sin palabras.
(La entrevista ya no está online en el diario –que parece haber liquidado su archivo online– pero años atrás pude recuperarla y subirla a mi web).
Saco fotos. Lo admito y se nota: las saco a escondidas. Oculto rostros, oculto parientes, amigos, perfiles, trato de que sólo se vean las camisetas. La gente se mueve y yo disimulo para retratar lo que me importa: la 10, el nombre MESSI en la espalda. Messi. ¿Por qué Messi?
Pienso en mi infancia pero más en mi adolescencia. Maradona era argentino, no cuenta. Cuenta para los que somos argentinos y de la generación de Maradona. Era nuestro, como Messi. No como Messi acá, en Uruguay; como Messi en Argentina. Pienso un poco más allá, en los noventa. Entonces no existía internet, no, pero sí había llegado la televisión por cable y también la NBA. Y en la NBA, por esos años, estaba Jordan.
A menor escala, porque de este lado de América el básquet no es lo que es en el norte, empiezo a ver camisetas de Jordan en los clubes, también en las playas, cuando estoy de vacaciones en Gesell. Su foto en los diarios, en las revistas deportivas. Pósters. Es una época de pósters. Los viernes a la noche me junto con amigos a comer pizza o empanadas y ver los partidos. Mis amigos tiene remeras de básquet. A mí me gusta más la pizza –en especial a la que el pizzero le pone huevo crudo encima para que se cocine en el horno– que los partidos de la NBA. No sigo el campeonato, no veo muchos más partidos que los de los viernes. Pero cuando juegan los Bulls, cuando juega Jordan, la fiesta es completa. No somos hinchas de Chicago, no; somos hinchas de Jordan.
¿Algún uruguayo será hincha de Argentina? Lo dudo. No, no lo dudo, no son, no. Lo compruebo el día que juegan Uruguay y Argentina por las Eliminatorias. Gritan sacados los goles orientales, pero además un vecino, uno del edificio de enfrente en el contrafrente, le grita al 10, a mi 10, a nuestro 10, insulta a uno que pasado el partido también será un poco de ellos. El de las camisetas por todos lados.
Están en todos lados porque Messi es, además del mejor jugador del mundo, un tipo querible, o al menos poco detestable. No suele hacer declaraciones disparatadas ni les falta el respeto a los equipos y selecciones rivales. Tiene muchos amigos en el ambiente del fútbol y uno, Luis Suárez, es de acá.
Acá: Montevideo.
Es 2024, es marzo. La rambla explota en los últimos días de calor veraniego. Pronto van a venir el frío y el viento insoportables. Troto unos minutos, camino el resto. Me duelen las rodillas. Será la humedad. Los años. El sobrepeso. De frente, una familia. Papá, mamá, dos chiquilines. Perdón, dos pibes. El más chico viste la camiseta de Godín en la selección uruguaya. El más grande…
El más grande es Messi.
Si te gustó este Paladar podés reenviarlo, compartirlo en redes, recomendárselo a tu pareja, a tu terapeuta (?) o simplemente darle like.
Si te lo mandaron pero no lo conocías, podés suscribirte y te llega por mail.
Y si tenés Instagram y querés seguirme, ando por acá: